Y Nostradamus se olvidó de España
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Yo, presidente
31 mayo, 2014
Hacía meses que apenas publicaba nada, y no se me ocurre mejor ocasión para retomar mis aportaciones que realizar un homenaje a las 192 víctimas del atentado del 11 de marzo de 2.004 en Madrid, cuando se cumplen ahora diez años del triste suceso.
El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. En los extremos puede salvar vidas y también destruirlas y, entre ambos, existen innumerables posibilidades. Sin embargo, una gran mayoría de personas tienen en común que se encuentran en un plácido pero alarmante estado de apatía, de letargo, que les impide darse cuenta de lo que realmente sucede a su alrededor.
Dicen que renacemos varias veces. El hito que lo provoca suele devenir en forma de bofetada inesperada, de un dolor intenso que impulsa a llevar a cabo un cambio más o menos drástico en la forma de vivir y de relacionarse con los demás.
¿Por qué hemos de esperar a ese momento, a verlo todo oscuro, para reinventarnos? ¿Por qué tenemos que comprobar cuánto vulnerables somos para cambiar lo que no nos gusta? ¿Para qué retrasar en el tiempo lo que nos haría feliz ahora? ¿Por qué no disfrutamos del momento actual y sólo pensamos en el pasado o en el futuro?¿Por qué no hacer ya aquellas cosas que nos merezcan la pena?
Existe un ejercicio en coaching donde, según las necesidades del cliente, se le hace pensar en su propio funeral y en qué dirían de él las personas que acudiesen. Puede ser duro, aunque también revelador, e invita a la reflexión y a pasar a la acción. Yo lo llevé a cabo hace unos años y me hizo apreciar varios aspectos de forma diferente.
El hecho de llegar a tener conciencia de que la muerte puede sobrevenir en cualquier momento hace que las cosas se observen desde otra perspectiva. Todo se relativiza, y se presta atención a lo que de verdad la merece, que sin duda creo que se trata del AMOR. Por eso debemos hacer que la vida cuente mientras estamos vivos, y dejar huella en los demás a lo largo de nuestro camino.
El atentado del 11-M sirvió para que España diera lo mejor de sí misma en todos los sentidos. Siendo conscientes de cuánto frágiles somos, miles de personas comprobaron que efectivamente se posee un héroe dormido dentro, que se puede ayudar sin esperar nada a cambio, y que sentirse vulnerable puede transformarse a veces en un resorte que otorga una fuerza mental y física increíbles.
Las víctimas y sus familias han logrado hacerse un hueco en nosotros para siempre, así como los cientos de profesionales y voluntarios que de alguna manera intervinieron en el auxilio y aún lo hacen. Desde aquí quiero dedicarles estas humildes líneas, rendir a todos ellos un sincero homenaje, por recordarnos que en el amor y en el aprecio por la vida reside el espíritu que consigue que cosas extraordinarias pasen.
Abrazos, Rafa Ferrer.
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