Nunca fue tan necesario. En tiempos donde el ruido resulta incesante a todas horas del día, disfrutar de unos minutos de silencio se torna en oro puro. La televisión, la radio, el teléfono móvil, internet, las personas que nos rodean, suponen realizar un esfuerzo brutal y constante al tener que estar siempre en alerta. Y esto es agotador.

Diversas teorías hablan de «enfermedad del hombre moderno» al tratar este asunto, e incluso la denominan sigefobia. El miedo al silencio existe. «Vivimos en un mundo en el que el poder más terrible es el ruido. El silencio es el lujo más caro. Los niños tienen terror al silencio, pero los mayores también. Por eso nos ponen música en los ascensores» (George Steiner). Y es que encontrarse con uno mismo puede no ser del todo cómodo.

Algunos monasterios han apreciado la oportunidad y hasta tienen listas de espera para dar hospedaje: escritores, actores, pensadores, empresarios, etc, acuden a ellos para descansar, estudiar o centrarse. También diferentes disciplinas basadas en el silencio y venidas de Oriente, como la meditación o el yoga, calan cada vez con más fuerza. En ocasiones es imprescindible parar y la sociedad lo reclama.

Guardar silencio tiene muchas ventajas: relaja la mente y ayuda a concentrarse; recupera el sistema inmunológico y regula la presión sanguínea; reduce el estrés y permite controlarlo; es la llave para pensar, para resolver problemas, para hablar con ese yo interior que habitualmente abandonamos y al que no prestamos la atención necesaria; otorga perspectiva sobre adónde nos dirigimos y cómo lo hacemos; y además incrementa la creatividad puesto que la disminución de ruido en nuestro cerebro potencia el pensamiento lateral.

A lo largo de la historia, grandes autores dedicaron reflexiones sobre el tema que aquí nos ocupa:

«El silencio es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes» (Thomas Carlyle). 

«Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos» (Curcio).

«Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio» (Confucio). 

«Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras» (Willian Shakespeare).

Porque siempre fue importante, y siempre fue un lujo. El silencio suma poder, mientras que el ruido lo resta. Tantos estímulos pueden confundirnos y a veces nos empujan a tomar malas decisiones.

Disfrutar de la soledad y de los momentos de silencio demuestran confianza en uno mismo y cierto nivel de autoconocimiento y vida interior. Todos debemos aprender a mantener callada esa maléfica vocecita que nos castiga y nos merma cuando intentamos tener esos minutos de paz, ya que en la mayoría de los casos son pre-ocupaciones ante situaciones que jamás llegarán a producirse o bien pensamientos negativos que no poseen ninguna base lógica pero que nos hunden y desmotivan.

Saber escuchar es una habilidad muy importante en este sentido. Nuestro interlocutor agradecerá enormemente que no interrumpamos sus palabras a las primeras de cambio, la conversación será más limpia y además tendremos una mayor información de lo que nos transmite para después poder dar nuestra opinión de una forma más fundamentada en caso de que nos la solicite. Tristemente, esta sociedad también necesita de personas que escuchen y no tanto que sólo oigan, porque es maravilloso sentirse escuchado.

Para terminar, desde estas líneas te animo a que goces cada día de al menos cinco minutos a solas, sin nadie que te interrumpa. No vale oir música o leer un libro mientras tanto, la idea es hacerlo en un lugar tranquilo y a ser posible con los ojos cerrados. Al principio es posible que resulte complicado y que la maldita vocecita aparezca, pero con paciencia y disciplina lo lograrás.

No se trata de egoísmo, sino de «inteligencia vital» : si tu cuerpo, tu mente o tu espíritu anhelan esa tranquilidad, te lo harán saber de inmediato. ¿Por qué a veces tenemos que llegar al límite para tomar medidas?

Disfruta del silencio. Te prometo que te hablo de una de las mejores inversiones que puedas hacer en tu vida.

Un abrazo, Rafa Ferrer.

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