Habitualmente conduzco, cada día. Y lo hago en un coche que me acompaña desde hace más de siete años, cumpliendo justo ahora diez desde su primera matriculación. El vehículo es un bendito, apenas me ha dado problemas mecánicos en todo este tiempo, consume poco y puedo ir con él a cualquier lugar.

El pasado martes acudí a que le realizaran la Inspección Técnica de Vehículos (ITV)*, superándola según el técnico «con defectos leves». ¿Y quién no los tiene?, pensé.

Porque, en realidad…¿Ante los ojos de quién o quiénes son defectos? ¿De verdad lo son? Quiero aclarar aquí que los que presenta mi bólido no ponen en peligro ni mi seguridad ni la del resto a la hora de conducir. Así que esa «levedad» me parece, ciertamente, tan relativa…

Con el paso de los años vamos amoldando nuestro carácter a nuestro entorno. Somos animales sociales, así que nos adaptamos a lo que nos rodea ya que no estamos programados para estar solos. Y es en esa tesitura donde salen a relucir nuestros puntos fuertes y débiles, donde potenciamos los primeros y, a veces, escondemos los segundos. Pero también puede suceder lo contrario.

Son esas características, esos aspectos innatos de cada uno, aquello que «a priori» se considera «leve» lo que nos hace únicos. Son los rasgos propios, lo que nos define, lo primero que se recuerda de otra persona cuando transcurre cierto tiempo sin estar con ella.

La sociedad nos invita continuamente a renunciar a ellos, a ser «normales» tanto por dentro como por fuera. Los medios determinan los estereotipos de cómo se debe vestir, qué comer, qué leer, qué aspecto físico tener…y también de cómo vivir, cómo comportarnos, cómo se deben hacer las cosas, cómo y qué pensar…para no parecer distinto. Esto es, que a la vez que promueven que seamos iguales siguiendo los mismos cánones, nos «venden» que tenemos que ser diferentes…

Si lo único es algo fuera de lo común, algo extraordinario…entonces lo normal, lo habitual, es ordinario. Y, tal vez, aburrido.

Mi coche tiene el embellecedor de una rueda roto. Lleva así años. Podría haberlo cambiado, apenas supone coste y podría hacerlo yo mismo. También arañazos en alguna puerta y el maletero cuesta abrirlo cuando llueve. Por tanto, tiene aspectos que pueden verse a simple vista, pero otros no. Y resulta que adoro esos «defectos leves», porque me permiten identificarlo entre miles de vehículos del mismo modelo…porque son sus rasgos. Si no los tuviera, no sería mi coche.

Así pues, te animo a que no renuncies jamás a lo que te define, a lo que te hace diferente y facilita que te recuerden. En esos pequeños detalles es donde se encuentra la felicidad porque los que sepan apreciarlos serán los que, de verdad, te quieran a lo largo de la vida. Lo fácil es esconderlos, seguir al resto, no destacar, no desmarcarse, quedarse quieto. Lo difícil es, porque no resulta «normal», convertir esos rasgos innatos en puntos a favor, identificar cómo aprovecharlos para llegar al éxito personal, apostar a caballo ganador por ti pese a los comentarios y opiniones del entorno. Y eres tú quien decide el camino a seguir. Siempre.

Abrazos, Rafa Ferrer.

* Revisión periódica que se hace en España a los vehículos a motor para garantizar, de cierta manera, que el coche, el camión o la moto cumple las garantías de seguridad mínimas para efectivamente rodar por la vía. En ella, el inspector comprueba varios puntos externos e internos del vehículo, y después facilita un informe positivo donde autoriza para que pueda seguir circulando, o bien lo contrario y lo que debe repararse para conceder el permiso.

Seguro que me he dejado algo en el tintero. ¿Qué crees que falta?¿Estás de acuerdo con lo expuesto? ¡Deja un comentario o jamás lo sabremos!

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